Ilustración de Julia Sanz.
Si me tuviera que operar todo lo que se supone que en mí es “defectuoso” o no sigue los cánones de la belleza actual, mi marido, al entrar en casa, me denunciaría por allanamiento de morada. Y es que no parecería yo, no sería yo.
Llega un momento en que cualquier cosa no vale, el tiempo de complejos ha pasado, yo también los he tenido. En eso yo, personalmente, he avanzado con respecto a la educación a mis hijas. Su autoestima está siempre en la mesa y nos preocupamos de que su físico nunca esté por encima de otras cosas, valoramos sentimientos, esfuerzos, y por qué no esas diferencias que nos hacen tan tan especiales.
Me doy cuenta de que mis tetas son pequeñas pero también de que están sanas. ¿Es normal que nos quejemos?, quizás es generacional, evolutivo, no sé, pero a todos nos ha pasado en mayor o menor medida.
La sociedad nos empuja y nosotros queremos pertenecer a la manada, que nos acepten. En otras sociedades, en otras culturas, se reirían de cosas que para nosotros son inaceptables. No se ocultan, no se miran por encima del hombro en función de su vestimenta, de su profesión, o incluso de la familia de la que provengan.
¿Cómo es posible que la vecina o amiga tenga sobre nosotros el poder de no ponernos más un jersey que nos encanta, sólo porque dice que vamos demasiado …. lo que sea?. Siempre hay un “alma caritativa” que sabe más que nosotros y que lo dice porque nos quiere. Y no dudamos que nos quiere pero, ¿dónde queda nuestro poder de decisión?. Aquel con el que nacimos y que se fue moldeando en función de normas sociales, valores morales… Y es que ese poder, está en nuestra mano y lo damos. Y hacemos lo que la gente espera de nosotros, muchas veces, porque pensamos que así conseguimos su aprobación, y que si no lo hacemos dejarán de queremos. ¿Pensamos que no valemos?, bueno realmente ni siquiera lo pensamos, está muy muy hondo en nosotros. Dejar en mano de los demás nuestro “valor” puede resultar cómodo, egoísta incluso, porque “ya me dicen lo que tengo que hacer y cómo me tengo que comportar”, pero el coste es altísimo y la autoestima se queda a la altura del betún.
Buscamos ¿la perfección?, y ¿quien coñ... decide que una mujer o un hombre debe ser así o asá para ser una persona, digamos aceptable, que se pueda mostrar ante los demás?.
Así es que cuando me preguntan por bikinis, ya tengo que preguntar ¿para playa o piscina? Las primeras veces yo también me sorprendía pero es que resulta muchas mujeres los piden así y tiene una explicación.
La mujer que quiere bikini para la playa sabe que al lugar donde va, está libre de miradas de vecinas, vecinos, del marido que controla las miradas del vecino,… Se siente ¿¿¡¡LIBRE!!??. Toma el sol con braguitas más pequeñas que dejan respirar estrías, pliegues, chichotes, … Y quieren top de baño que “sean fáciles de quitar”. ¿Por qué? Porque muchas reconocen que, en la playa, entre tanta gente, formas, tamaños y edades, al compararse se sienten como reinas porque nadie las critica, nadie las mira, y cuando se dan cuenta de que se ven “cosas” mucho peor se relajan y desinhiben, incluso terminan sin él.
¿Qué nos pasa? ¿Estamos locos o qué?.
Muchas de mis amiclientas a las que la que la naturaleza les ha dotado de un pecho generoso, más allá de la copa E de sujetador, o por un motivo u otro el pecho les cambia, dicen que no entienden a las que deciden operarse. Dicen que si tuvieran que pasar por un quirófano sería para quitarse pecho. A veces veo casos que son pura necesidad y si que pasan por estudios de reducción de pecho. Sin embargo tenemos el caso contrario: las que tienen copa pequeña A o B. Algunas pasarían todo el proceso quirúrgico por tener más copa de pecho. Pocas son las se aceptan como son. Bueno, cuando en su entorno hay una amiga que ha pasado por una mastectomía, por que ha sufrido un cáncer de mama, entonces es cuando te dicen “grandes o pequeñas pero sanas”. De nuevo nos volvemos a comparar con alguien, que está o lo ha pasado peor, para sentirnos bien.
Cuando una mujer hace tiempo que no compra sujetadores y se enfrenta al espejo, se da cuenta de algunos cambios que no había observado en casa. A diario nos vestimos deprisa, y nos paramos frente al espejo para, de un vistazo, ver que todo está correcto.
Nos vamos a la calle, un día y otro, y otro… Y de repente nos vamos a la tienda de corsetería a por un sujetador y ¡¡ay!! ¿Qué ven mis ojos? ¿Qué es eso que me sale debajo de la axila? ¡Uy, qué barriga tengo! ¡Qué gorda estoy!. Primera decepción. No nos recordábamos así. Los primeros minutos en el probador son esenciales. Una de nuestras labores, en el comercio, pasa por animar, relativizar y humanizar esos detalles. Las que me conocen saben que más de una vez he comentado con tono de humor la de cosas que me tendría que cambiar para ser perfecta como las modelos de las fotos, pero ¡¡si es que no quieeeero!! Además a las modelos les pagan para mantenerse así de estupendas y es su trabajo. Bien, la clienta sigue en el probador y yo hablando: “Pues si yo empezara de arriba abajo me tendría que operar de los dos ojos para quitarme las gafas, ponerme aparato para enderezar mis dientes, ponerme una o dos copas más de pecho, hacerme liposucción de barriga, culo y muslos, y para terminar, operarme de las varices…”
Vamos no me fastidies. Lo que yo te diga. Que si me arreglo toda mi marido me echa de casa por allanamiento de morada.
Te propongo una cosa.
Dedícate unos minutos. Busca un sitio tranquilo, pon tu canción preferida, y reconcíliate con tu “yo físico”.
¿Podrías mirarte, en el espejo, a los ojos unos segundos sin apartar la vista? Con 10/15 segundos bastará.
¿¿Si?? ¡¡Genial!
Se generosa y comprensiva con lo que ves. Imagina que eres una amiga tuya, ¿puedes encontrar algo bueno en el reflejo?.
Pues ahora sal y díselo al mundo entero.
Recuerda: tú aportas. Tú vales. Tú eres una pieza fundamental y valiosa de un puzle gigantessssco.
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